26 ene 2011

Saskias



Todas las  chicas que se llaman Saskia tienen

cara de muñeca, con mejillas rosaditas mientras 

caminan por una calle azul. 

Con una blancura imposible en el cuello, tocadas con un 

gracioso pañuelo. Todas las chicas  que se llaman Saskia

son bellas. Todas trabajan como editoras de revistas   

que sólo pueden existir en Escandinavia porque la 

economía permite la diversidad, al menos por un tiempo.

Como esos escaparates inexplicables en Berlin 

o el  bar de Linienstrasse, cuya dueña (rubia  y 

probablemente Saskia)  abría todas las mañanas (no todas en realidad) alrededor de las 11 

AM. Yo la miraba por la ventana mientras desayunaba. Estaba siempre divina y acomodaba 

los almohadoncitos de su Bistró calzada con unos zapatos que yo nunca tendría el  coraje 

de usar  antes del mediodía. Ni a la tarde, ni nunca, mirando por la ventana y sintiéndome 

bruta-fea.

Todas las Saskias salen por  la noche  a divertirse con sus amigos, compran ropa  en COS  y  

toman  capuccinos. Todas viajan   mucho y se imaginan que les  gustaría conocer 

Latinoamérica.

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