Los calcos desgastados en el borde de la ventana le hacían pensar un montón de cosas sobre la vida de sus primos. Creaba historias que se le antojaban como la única interpretación posible de la realidad. Así sofocaba un poco la curiosidad que ellos le despertaban: eran mucho mayores, como diez años, ya eran hombres, tenían novias y autos.
Los calcos, otras señales que encontraba por la casa y las conversaciones de los adultos eran sus fuentes para interpretar lo que no era comprensible a primera vista.
Las conclusiones no siempre eran tranquilizadoras, dejaba recovecos inexplicables y enigmas en cada esquina de su construcción (acaso para volverla mas interesante de lo que era?).
Observaba todo, la ropa, los cortes de pelo, la música que escuchaban.
Ese verano le tocó la habitación del fondo, con camas cuchetas.
Le gustaba dormir en la cama de arriba , aunque nadie durmiera abajo porque asi podía mirar de cerca los calcos, acumulados en la esquina de la alta ventana y también la lámpara que colgaba del techo, con sus pantallitas plisadas y el soporte de madera brillante de barniz.
Los calcos lucían viejos, como de una época que estuvo buenísima pero ella era demasiado chica para participar. Como recién estaba aprendiendo a leer, había algunos textos en los calcos que no comprendía bien, con la tipografía muy estilizada.
En el baño chiquito de la pieza de abajo había otro calco en el espejo del botiquín, ese era de una marca de dentífrico brasilero, podía darse cuenta. Mostraba unas boquitas rojas que te enseñaban como cepillarte en portugués. También estaba borrado en algunas partes, lo que le agregaba irresistible misterio. Quien lo pegó alli?
Fueron quizás los otros primos? Los de Buenos Aires? con esos no coincidían nunca en la casa, venían para Navidad y dejaban un calendario con dibujos alegóricos en el living. No sabía ni cómo se llamaban, ni cuántos eran. Una vez, una de estas primas se había olvidado un cepillo para el pelo. Hermoso. Por los pelos enredados en la cerdas sabía entonces que era rubia y probablemente con larga cabellera. Lamentó no poder quedarse con el cepillo. Alguna tia lo guardó para mandárselo de vuelta.
La pieza de abajo ahora era ocupada por los primos mas grandes, venían sólo por el fin de semana, para ir a bailar a Keops y después se volvían a la ciudad. Tenía una entrada aparte, como un pequeño departamento de soltero.
Cuando estaban todos juntos en la casa, alguna noche, comían alfajores Havanna y compartían algunos juegos tontos. Sólo los varones. Ella podía mirar. Sus hermanos y los otros primos menores recibían toda la atención. Una vez, uno de los primos mayores, el mas agresivo, se burló de ella delante de todos. Ni su hermano la defendió.
Tuvo que refugiarse en pieza del fondo con la prima pequeña que se hacía pis en la cama.
Otra vez el primo mas bueno los llevó a dar una vuelta en Jeep. Los Jeeps estaban de moda ese verano. Ir sentados atrás, con la cabeza al viento era divertido. Emocionante. Mientras ellos estaban en la casa, todo parecía especial, como que habría sorpresas en todos los rincones. De fondo, la sensación un poquito amarga que en cualquier momento se irían. Y asi era: de pronto a la mañana no estaban más, o se subían al auto y desaparecían.
De nuevo a mirar los calcos y formular teorías. Seguramente allí habían pasado cosas geniales. Quizás el primo que durmió allí el verano de los calcos, tuvo un grupo de amigos muy grande y salían todos juntos por la noche, hasta que se hacía de dia. Todos hacían wind-surf y estaban bronceados. Todos tenían remeras de color rosa con estampas fluorescentes y escuchaban The Police. Algo inasible ahora. Y parecía que todo había pasado antes de que ella aprendiera a caminar. La vejez de los calcos era prueba de ello.
El tiempo ahora era de estos veranos infantiles y solitarios. Con siestas largas para pensar en cómo eran las cosas, cómo funcionaban, que habría que hacer o decir en el futuro.
Después vino una epoca larga y difícil. Los primos envejecieron. La casa de verano fue vendida. La ventana alta con los calcos permanece intacta en la memoria, igual que las explicaciones de por qué todo así o así, o no, o seguro que …
Las más de las veces las fórmulas no coincidían, fuente de infortunios y tristezas. Como si tuviera la herramienta equivocada para entender todo.
Por eso esta noche, veinticinco años después, cuando de improviso en casa de unos amigos, descubre que la ventana del baño es igual a aquella ventana y un espejismo ínfimo la devuelve a esas largas elucubraciones, los calcos, el olor a gas de garrafa que había en la casa, las urracas cantando afuera… un poco divertida se pregunta: Y si todo aquello no fueran mas que suposiciones…?
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