Que estaría haciendo Darlo en este momento? Sábado, veinte horas, seguramente solo en el enorme departamento. Fumado y desnudo, viendo una película que alquiló Cuca.
Cuca, la novia del padre de Darlo, toda cirugía y carteras de Ricky Sarkany.
Había menos diferencia de edad entre Cuca y ellos que entre Cuca y el padre de Darlo. De hecho, cuando papi estaba de viaje o en reuniones (casi siempre) Cuca pasaba un montón de tiempo con ellos. Veían películas, fumaban, tomaban pastillas, salían a bailar.
Era como una hermana mayor muy descontrolada, el pase libre a las pocas cosas a las que Darlo a veces no podía acceder (una extensión en la tarjeta, cambiar el auto, conseguir la autorización de su padre para viajes y demás excentricidades). Cuca, su risa fácil, su ropa ajustada, sus inseguridades de mujer que esta dejando de ser joven.
Una vez compartieron la cama. Fue en la madrugada de un domingo, después del Infierno.
Estaban muy agitados y no se sabe cómo, de repente estaban los tres revolcándose en la cama de Darlo. Cuando se dio cuenta, Cayo trató de no parecer muy impresionado, se hizo el que dormía una vez que Darlo acabo con él y se ocupó de Cuca.
Escuchó todo.
Mas tarde, cuando se levantó a tomar agua (no podía dormir), los vió: dormían acucharados, Cuca con la boca apoyada en el hombro joven y terso de Darlo, a una almohada de distancia de donde el había fingido dormir todo ese tiempo. Al mediodía como si nada, chistes, brunch en la luminosa cocina, los tres con gafas oscuras. Mejor.
Así no tenía que mirarlos a los ojos.
Sábado, veinte horas, en Morteros.
Cayo tirado sobre su angosta cama de adolescente, en la habitación compartida de niño.
A su lado, las hermanitas saltan sobre sus respectivas camas, jugando con el control remoto (de MuchMusic a MTV, de Britney a Shakira y Alejandro Sanz). Imitan a las estrellas de la tele. En el pueblo ya se instaló la fiebre Operación Triunfo: no hay una cabecita libre de esas fantasías, dudosos sacrificios y humillaciones públicas para alcanzar el trofeo de la fama.
Están un poco excitadas por la presencia de Cayo en la casa, lo admiran: huelen el glamour en sus pantalones de marca (otra transgresión a su mensualidad para parecerse más a Darlo). Quieren que Cayo las maquille y les saque fotos como hacían antes, se desviven por ser miradas por él. Cayo las ignora, un poco molesto y avergonzado de sí mismo. Soportando esa chiquilinada mediocre cuando podría estar hablando de libros de Taschen con Darlo, en la terraza, observando la ciudad o simplemente haciendo el amor en la ducha, con la puerta abierta. Levantándose tardísimo y con mucha hambre.
El departamento de Darlo todo para ellos, con la heladera llena de productos de lujo que Cayo no conocía, como un queso francés rarísimo y la mucama invisible que se ocupaba de que todo volviera a su lugar después de que pasaban ellos, inmersos en la realidad paralela Darlo-Cayo.
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