4 feb 2011

Culebrón del 2007- Segunda entrega

Darlo, riendo, desde la ducha:
- Que mirás con esa cara?
- Nada, cuándo dijiste que te  vas?
-  El martes dieciséis,  Cuca me consiguió el pasaje, no me da mucho tiempo para prepararme pero esta más que bien: así tengo unas semanas libres antes de que empiece el curso y puedo  pasear  y colgarme por ahí …
-Si, buenísimo- Cayo  haciendo un enorme esfuerzo para  disimular  su terremoto interior.
- Por ahí  te consigo ese libro de  Taschen que  vimos en internet y te lo mando…-Darlo indiferente, secándose con una toalla enorme  y blanca como nunca hubo  en casa de Cayo.
- Claro!- Cayo, pensando: “Mandármelo? Por  qué? No piensa volver?”
-Que pasa? Por qué me mirás  así?
-Nada, nada…

Cayo había pasado el fin de semana en su casa materna, en Morteros, a pedido especial de su abuela Rosa. Decidió ir porque era verdad que en los últimos dos meses había estado un poco intensivamente  concentrado en Darlo y su familia quería verlo, reclamaban atención.

Su madre dijo estar preocupada, quería saber como andaban los estudios (la razón por la cual habían comprado ese departamento en Córdoba y pagaban la cuota de la universidad  privada).
Para la familia de  Cayo esta era la primera  posibilidad de  escalar socialmente.
El viejo no entendía bien lo que el chico  había elegido: no encontraba aplicaciones profesionales para el diseño gráfico.
- Me podés  hacer un lindo cartel para la panadería…- le había dicho, preocupado y transpirado, detrás  del mostrador lleno de  criollitos, no sabiendo muy bien en que estaba invirtiendo su dinero. Y Cayo tan raro,  con ese flequillo  irregular constantemente laqueado, sus enojos y su actitud casi autista  durante  las reuniones familiares.
La madre y la abuela lo adoraban sin más, era el preferido total.
Durante ese fin de semana se había aguantado unos cuantos reproches. Rumores que habían llegado al pueblo le daban  al tono  de su madre un  tinte de desesperación telenovelera, como si el mundo se cayera sobre sus pobres cabezas trabajadoras.
Dar  explicaciones. Sobre los estudios, sobre los gastos, sobre  por qué  casi nunca contestaba las llamadas. El padre no hablaba,  temiendo quien sabe qué.
Cayo  dejó conformes a las señoras con  unas pocas palabras, las distrajo con los brillos de la ciudad y  trató de pasar el fin de semana  ignorando  las  obvias comparaciones  entre  su   entorno  y  el de Darlo.

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