25 feb 2011

Culebrón del 2007- Quinta entrega

Durante las últimas semanas las cosas  se habían  empezado a poner raras. Hubo un problema  con la tarjeta: estaban en el  supermercado Premium  con varios amigos más, comprando  cosas para  cocinar  en grupo  y  en el  momento  de pagar la cajera le dijo a Darlo que no tenía más fondos. Cayo cubrió el agujero rápidamente, feliz de poder hacerlo.
Cuca se peleó con  el padre de Darlo y les contó que el viejo había decidido cortarles los fondos a ambos. Darlo tuvo una fuerte discusión con su padre y  Cayo consideró que  era mejor irse  unos días a su monoambiente.
En los dias que siguieron, Darlo fue muchas veces a dormir a lo de  Cayo. Tenían mucho sexo  y  estaban colocados  casi todo el tiempo. En los breves momentos de lucidez,  Darlo estaba de pésimo humor y hablaba de su padre, de  las cosas  que habían discutido en esos  días y que se había  puesto muy exigente con la  facu a pesar de que todos sabían ya que  el sólo hecho de  tener las cuotas al día, aseguraba la continuidad académica.
A los dos  les sobraba talento  como para  aprobar el semestre sin  tener que dejar de drogarse o ir a fiestas. Eso decía  Darlo. Cayo hacía  como si nada, para él las cosas se iban a acomodar pronto y  este nuevo universo continuaría en expansión.
Solo notó, en un par  de ocasiones, que Darlo  se distraía  en las conversaciones o  parecía aburrido.
Una noche, improvisaron una cena  con Cuca  en  el departamento de  unas amigas. La concurrencia era variada y confusa, muchas edades y orientaciones diferentes pero todos con ánimos de mezclarse y  divertirse. Darlo parecía  estimulado. Había  gente nueva por todas partes.
A Cayo, desde el principio, lo ganó una sensación de  desamparo. Se sintió separado de Darlo, aunque este  se sentara a su lado en la cena.  Cuando mas tarde  estaban todos bailando en  el living, notó que Darlo había desaparecido  y  se separó del grupo para buscarlo. Lo encontró en  el  lavadero,  completamente abducido  por  el monólogo de  un tipo  que  había estado sentado frente a ellos  durante la comida, un profesor universitario o algo así.
Cayo pensó que esta vez no iba a poder controlar sus celos, quizás  estaba intoxicado, no sé. Darlo lo miraba  con unos ojos  que el no conocía.
- Me voy a casa, no me siento bien- alcanzó a decir. Ni siquiera escuchó lo que Darlo y el profesor le dijeron,  algo de  llevarlo  en auto o llamar un taxi.
Caminó hasta su departamento. Se quedó  despierto en su colchón, mirando el techo  hasta que se hizo de día. En vano esperó que  Darlo tocara el timbre, que apareciera para quedarse a dormir como hacía antes. Pasaron dos días sin siquiera un mensaje de texto.
Cayo armó el bolso y se fue  a  Morteros. Era viernes a la siesta.
El domingo por la noche  Darlo llamó (“A dónde te metiste?”). Cayo trató de sonar casual, explicó que le habían dado ganas de ver  a sus hermanitas pero que mañana ya estaba de vuelta en Córdoba.

-Bueno, entonces pasá por casa, tengo novedades
-Que pasó? Te arreglaste con tu viejo?
- Si, más o menos, llegamos a un acuerdo, mañana te cuento, beso!
-Beso…

22 feb 2011

What if..?


Los calcos desgastados en el borde  de la ventana le hacían pensar  un  montón de cosas sobre la vida de sus primos. Creaba  historias que se le antojaban como la única interpretación  posible de la realidad. Así  sofocaba un poco  la  curiosidad que ellos le despertaban: eran mucho mayores, como diez años, ya eran hombres, tenían novias y  autos.
Los calcos, otras señales que encontraba por la casa y  las conversaciones de los adultos eran sus fuentes para interpretar lo que no era comprensible a primera vista.
Las conclusiones no siempre eran tranquilizadoras,  dejaba  recovecos inexplicables y  enigmas en cada esquina de su construcción (acaso para  volverla mas interesante de lo que era?).
Observaba todo,  la ropa, los cortes de pelo, la música que escuchaban.
Ese verano  le tocó  la habitación del fondo, con camas cuchetas.
Le gustaba  dormir en la cama de arriba , aunque nadie durmiera abajo porque asi  podía  mirar de cerca los calcos, acumulados  en la esquina de la  alta  ventana y  también  la  lámpara que  colgaba del techo, con sus pantallitas  plisadas y el soporte de  madera  brillante de barniz.
Los  calcos lucían  viejos, como de una época  que estuvo buenísima pero ella  era demasiado chica para participar. Como  recién estaba aprendiendo a leer, había algunos textos en los calcos que no comprendía  bien, con la tipografía muy estilizada.
En el  baño   chiquito de la  pieza de abajo había  otro  calco  en el   espejo  del botiquín, ese era de una  marca de dentífrico  brasilero, podía  darse  cuenta. Mostraba unas boquitas rojas que te enseñaban como  cepillarte en portugués. También estaba borrado en algunas partes, lo  que le agregaba  irresistible misterio.  Quien  lo pegó alli? 
Fueron quizás los otros primos? Los de  Buenos Aires? con esos no coincidían nunca en la casa, venían para Navidad y dejaban un calendario  con dibujos  alegóricos en el living. No sabía ni cómo se llamaban, ni cuántos eran. Una vez, una de estas primas se  había olvidado un cepillo para el pelo. Hermoso. Por los pelos enredados en la cerdas sabía entonces que era rubia y probablemente con larga cabellera. Lamentó  no poder quedarse con el cepillo. Alguna tia lo  guardó  para mandárselo  de  vuelta.
La pieza  de abajo ahora era ocupada por los  primos mas grandes, venían sólo por el  fin de semana, para ir a bailar a Keops y  después se volvían a la ciudad. Tenía una entrada aparte, como un pequeño departamento de soltero.
Cuando estaban todos juntos en la casa,  alguna noche, comían alfajores Havanna y  compartían algunos  juegos tontos. Sólo los varones. Ella podía  mirar.  Sus hermanos y los otros primos  menores recibían  toda la atención. Una vez, uno  de los primos mayores, el mas agresivo, se burló de ella delante de todos. Ni  su hermano la defendió.
Tuvo que refugiarse  en pieza del fondo  con la  prima pequeña que se hacía pis en la cama.
Otra vez el primo  mas bueno los llevó a  dar una  vuelta en Jeep. Los  Jeeps estaban de moda ese verano. Ir sentados atrás, con la  cabeza al viento  era divertido. Emocionante. Mientras  ellos estaban en la casa, todo parecía especial, como que habría sorpresas en todos los rincones. De  fondo, la sensación  un poquito amarga  que  en cualquier momento   se irían. Y  asi era: de pronto a la  mañana no estaban más, o se subían al auto y desaparecían.
De nuevo a  mirar los calcos y formular teorías. Seguramente allí habían pasado cosas  geniales. Quizás   el primo que durmió  allí  el verano de los calcos, tuvo un grupo de amigos muy grande y  salían todos juntos por la noche, hasta  que se hacía  de dia. Todos hacían  wind-surf y estaban  bronceados. Todos tenían  remeras de color rosa con estampas fluorescentes y escuchaban  The Police. Algo  inasible ahora. Y parecía que todo  había pasado antes de que ella aprendiera a caminar. La vejez de los calcos era prueba de ello.
El tiempo ahora era  de estos veranos  infantiles y solitarios. Con siestas largas  para pensar  en cómo  eran las cosas, cómo funcionaban, que habría  que   hacer o decir  en el futuro.

Después  vino una epoca larga y difícil. Los primos  envejecieron. La casa de  verano   fue vendida. La  ventana alta con los calcos permanece intacta en la memoria,   igual que las  explicaciones de por qué  todo así o así, o no, o  seguro que …
Las más de  las  veces las  fórmulas no coincidían, fuente  de  infortunios y tristezas. Como  si tuviera la herramienta  equivocada para  entender  todo.
Por eso  esta noche, veinticinco años después, cuando de improviso en casa de  unos amigos, descubre que la ventana del  baño es igual a aquella  ventana y un espejismo  ínfimo  la devuelve a  esas largas elucubraciones, los calcos, el olor  a gas de garrafa  que había en la casa, las urracas cantando afuera… un poco divertida se  pregunta: Y  si  todo aquello no fueran mas que suposiciones…?






18 feb 2011

Culebrón del 2007- Cuarta entrega

Todavía es muy pronto para que Cayo entienda como fué  que  las reuniones grupales para    proyectar los  dóciles encargos de la facu se habían convertido en  un fin de semana eterno para ellos dos solos. Los compañeros de grupo fueron desapareciendo  uno a uno, hasta que se formó la dupla ideal: Cayo, con su  aproximación fresca-audaz  y sus habilidades compositivas y Darlo, con  su capacidad operativa y acceso a la tecnología necesaria para materializarlo todo.
Fascinación mutua.
A Cayo le gusta volver una y otra vez a esa siesta en que  estaban los dos  tirados en el piso de su monoambiente, mirándose como tontos, había una luz especial, de  sol filtrado por las nubes. Sonaba un disco  que había traído  Darlo. Ya habían olvidado el motivo de esa reunión:   algo para la facu seguramente, pero se había diluido  entre la música y  las miradas insistentes de Darlo. Cayo hasta el momento, había simulado no entender nada.
De un momento a otro Darlo lo besó.
Fue un beso hermosísimo, lleno de suspiros y  consentimientos.
De ahí en mas, el génesis de su propia galaxia:  sus discos favoritos, la cantidad  increíble de películas vistas juntos,  las salidas de shopping, las faltadas a clase para pasear en auto por el Cerro, los fines de semana  en la casa de  Carlos Paz con el padre de Darlo y Cuca.

El padre era  legislador o algo así, se  había separado hace mucho tiempo de la  madre de Darlo. Casi no la veían porque se volvió a Catamarca, de donde era. No se sabía mucho más. Las hermanas  (dos, de más de treinta) casadas o divorciadas, vivían en barrios privados con sus hijos.
En el departamento de Nueva  Córdoba solo quedaban el pequeño consentido y su papá, y Cuca, claro.
Había semanas en las que Cayo no volvía a su monoambiente, totalmente  absorbido por esta historia. Cuando lo hacía, para chequear que todo estuviera  en orden y fingir que  necesitaba estar solo unas horas, no podía dejar de pensar en Darlo. Imaginaba que Darlo lo estaba mirando todo el tiempo y entonces actuaba en consecuencia, con sus nuevos hábitos adquiridos: caminar desnudo por  el departamento mientras  se preparaba un baño, poner un disco  de  dubstep, tomar un vaso de tónica  helada… todo con la soltura de quien siempre ha hecho todo así (para qué hablar de su adolescencia hacinada, la omnipresente radio AM de su mamá o su refresco de naranja favorito de todos los tiempos?)
Al cabo de cuatro meses de  idilio, Cayo había olvidado   quien era, o bien, creía que era Darlo, o su  gemelo inseparable que siempre estuvo ahí. Encajaba perfectamente en el entorno, parecía agradarles a todos. Procuraba no pensar demasiado en  las historias anteriores o paralelas de  Darlo (Darlo  salía con una de las compañeras de grupo de la facu cuando se conocieron   y  también  le  confesó que  su analista  además de escucharlo, le  proporcionaba generosas dosis de sexo oral). Cayo  reprimía celos y temores, prefería pensar que  así eran los vínculos modernos y que el  no podía tener tan mal gusto  de  hacer un escena  o  mostrarse posesivo con  su amante.

14 feb 2011

TV II


Como  darme cuenta entonces si sólo tenía quince años!
El verano  de  La Pachanga * debió ser  una  señal de alarma difícil de ignorar para  los que estaban lúcidos en aquel  momento.
Si  me pongo a pensar no puedo creer que  pude sobrevivir  a semejante avalancha de
mediocridad y mal gusto. El daño  en los cerebros  de la generación de adolescentes noventeros
es incalculable. No  hablo por los que directamente se quemaron ese verano, comprando  compact discs  de Vilma Palma o  usando  borceguíes con maxifaldas.
Hablo  de los que sobrevivimos, olvidamos y  alguna  vez  quisimos hacer algo  bueno en los años que siguieron.
Al menos lo intentamos por un tiempo hasta que  el recuerdo del verano ominoso, de ser una vaga  amenaza, se convirtió en  ineludible pensamiento de fondo de todos los dias, haciendo que nos sintiéramos cansados aun  antes de empezar cualquier cosa.
Aquello realmente ocurrió y … sigue ocurriendo, con otros nombres  y a  todo nivel. Miren sino a la clase dirigente…
Es una guerra contra nosotros mismos y la estamos perdiendo.



*La Pachanga: además de ser el hit del verano del 93 fue el nombre  de un  programa  de la  tele cordobesa, una especie de Telemanías recauchutado con  pretensiones internacionales.

13 feb 2011

TV


Aqui en la provincia abundan las  viejas  que  tienen programas de cable financiados por el marido gordo y anestesiado.
Nadie los ve salvo ellas mismas.
En general son de formato tipo   magazine o bien una simple mescolanza de temas relacionados con  el control y la modificación del cuerpo (maquillaje, cirugías, uñas esculpidas y  pilates) y  algún bocadillo de lo que estas viejas entienden por  arte: una amiga chota del country que pinta  hojitas secas y las pega en una caja de  cartón y entonces es un  hermoso costurero o secretaire. La confusión entre arte y artesanía por lo general viene  de la mano con  la confusión de lo que es el reciclaje de materiales: estas  viejas creen que porque  compran  un pedazo de cartón  o muchos  rollos de papel higiénico para hacer sus obras, están  reciclando.

Me  fui por las ramas, pero  es un buen ejemplo de las  fáciles justificaciones que encuentran estas viejas para  sus  desvaríos.
 La que  hace de conductora del magazine (volviendo a ella) es la  que  acusa el  ego  mas  hipertrofiado, manifiesto en un inquebrantable deseo de ser rubia y usar mucho maquillaje.
Por ahí  se le sale la cadena   con sus  manías:  tanorexia,  un  oxigenado  inhumano  o  alguna cirugía evidente/innegable  nos hablan de la  distorsiva  relación que mantiene con los espejos asi como de sus  ordinarios referentes  estéticos.
Yo  me crucé en  el baño de un hotel  con una de  esas viejas.  Ella estaba  grabando su  programa en el lobby  con un  camarógrafo rendido y un invitado embalsamado. La vieja estaba maquillándose frente al espejo (ellas se autoadministran  todo) y me miró desconfiada de reojo. Estaba claro que  yo estaba interrumpiendo  su fantasía de  Marilyn o Susana frente al  espejo del camarín ..quizás  con  música mental  y  foquitos  imaginarios rodeando  su rostro.
Ejemplos de  estos magazines provincianos hay  infinitos. Se me ocurre citar  a los mainstream : Espectáculo Hora Cero ( setentoso,de claro  tinte  Carlospacense), Nivel UNNO (que quiere ser una versión cool-noventera del antes citado) y  Tiempo  Útil (que  viene  siendo algo mas tipo Utilísima, pero  peligrosamente similar a Mañanas al Pedo). 
La   vieja que conduce este último se destaca por su insistencia en la  tele local. La  recuerdo  aún jovencita, haciendo de notera para unos de esos programas  veraniegos, reseñando algo  como  una  carrera de  cuatriciclos en los  terrosos caminos cerca de Cabalango, con 40º a la sombra  solo vestida  con un bikini fucsia y un shortcito de jean…


11 feb 2011

Culebrón del 2007- Tercera entrega

Que estaría haciendo Darlo en  este momento? Sábado, veinte horas, seguramente  solo en el enorme departamento. Fumado y desnudo, viendo una película que alquiló Cuca.
Cuca, la novia del padre de Darlo, toda cirugía y carteras de Ricky Sarkany.
Había menos diferencia  de  edad entre Cuca  y ellos que entre Cuca y  el padre de Darlo. De hecho, cuando  papi estaba de  viaje o en reuniones (casi siempre) Cuca pasaba un  montón de tiempo con ellos. Veían películas, fumaban, tomaban pastillas, salían a bailar.
Era como una hermana mayor muy descontrolada, el pase libre a  las pocas cosas a las que Darlo  a veces no podía acceder (una extensión en la tarjeta, cambiar el auto, conseguir la  autorización de su padre para  viajes y demás excentricidades). Cuca, su risa fácil, su  ropa ajustada, sus inseguridades de mujer que  esta dejando de ser joven.
Una vez compartieron la cama. Fue en  la madrugada de un domingo, después del Infierno.
Estaban muy agitados y no se sabe cómo, de repente estaban  los tres  revolcándose en la cama de Darlo. Cuando se dio cuenta, Cayo trató de no parecer muy impresionado, se hizo el que dormía una vez que Darlo acabo con él y se ocupó de Cuca.
Escuchó todo.
Mas tarde, cuando se levantó a tomar agua (no podía dormir), los vió: dormían acucharados, Cuca  con la boca apoyada en el hombro joven y terso de Darlo, a una almohada de distancia de donde el había fingido dormir  todo ese tiempo. Al mediodía como si nada, chistes, brunch en la luminosa cocina, los tres con gafas oscuras. Mejor.
Así no tenía que mirarlos a los ojos.

Sábado, veinte horas, en Morteros.
Cayo tirado sobre  su  angosta cama de adolescente, en la habitación compartida de niño.
A su lado, las hermanitas  saltan sobre  sus respectivas camas, jugando con el control remoto (de MuchMusic a MTV, de Britney a Shakira y Alejandro Sanz). Imitan a las estrellas de la tele. En el pueblo ya se instaló la fiebre Operación Triunfo: no hay una cabecita  libre de esas fantasías, dudosos sacrificios y humillaciones públicas para alcanzar el  trofeo  de  la fama.
Están un poco excitadas por la presencia de  Cayo  en la casa, lo admiran: huelen el glamour  en sus  pantalones de marca (otra transgresión  a  su mensualidad para parecerse más a Darlo). Quieren que  Cayo las maquille y les saque fotos como hacían  antes, se desviven por ser miradas  por él. Cayo las ignora, un poco molesto y avergonzado de sí mismo. Soportando esa chiquilinada  mediocre  cuando podría estar  hablando de libros de  Taschen  con Darlo, en la terraza, observando la ciudad o simplemente  haciendo el amor en la ducha, con la puerta abierta. Levantándose tardísimo y con mucha hambre.
El departamento de  Darlo todo para ellos, con la heladera llena de productos de lujo que Cayo no conocía, como un queso  francés rarísimo y la mucama invisible que  se ocupaba  de que todo volviera a su lugar después de que  pasaban ellos, inmersos en   la realidad paralela  Darlo-Cayo.

10 feb 2011

Update


- Y vos ? Donde estuviste  todos estos años?

- …y nada, deprimida nomás…


4 feb 2011

Culebrón del 2007- Segunda entrega

Darlo, riendo, desde la ducha:
- Que mirás con esa cara?
- Nada, cuándo dijiste que te  vas?
-  El martes dieciséis,  Cuca me consiguió el pasaje, no me da mucho tiempo para prepararme pero esta más que bien: así tengo unas semanas libres antes de que empiece el curso y puedo  pasear  y colgarme por ahí …
-Si, buenísimo- Cayo  haciendo un enorme esfuerzo para  disimular  su terremoto interior.
- Por ahí  te consigo ese libro de  Taschen que  vimos en internet y te lo mando…-Darlo indiferente, secándose con una toalla enorme  y blanca como nunca hubo  en casa de Cayo.
- Claro!- Cayo, pensando: “Mandármelo? Por  qué? No piensa volver?”
-Que pasa? Por qué me mirás  así?
-Nada, nada…

Cayo había pasado el fin de semana en su casa materna, en Morteros, a pedido especial de su abuela Rosa. Decidió ir porque era verdad que en los últimos dos meses había estado un poco intensivamente  concentrado en Darlo y su familia quería verlo, reclamaban atención.

Su madre dijo estar preocupada, quería saber como andaban los estudios (la razón por la cual habían comprado ese departamento en Córdoba y pagaban la cuota de la universidad  privada).
Para la familia de  Cayo esta era la primera  posibilidad de  escalar socialmente.
El viejo no entendía bien lo que el chico  había elegido: no encontraba aplicaciones profesionales para el diseño gráfico.
- Me podés  hacer un lindo cartel para la panadería…- le había dicho, preocupado y transpirado, detrás  del mostrador lleno de  criollitos, no sabiendo muy bien en que estaba invirtiendo su dinero. Y Cayo tan raro,  con ese flequillo  irregular constantemente laqueado, sus enojos y su actitud casi autista  durante  las reuniones familiares.
La madre y la abuela lo adoraban sin más, era el preferido total.
Durante ese fin de semana se había aguantado unos cuantos reproches. Rumores que habían llegado al pueblo le daban  al tono  de su madre un  tinte de desesperación telenovelera, como si el mundo se cayera sobre sus pobres cabezas trabajadoras.
Dar  explicaciones. Sobre los estudios, sobre los gastos, sobre  por qué  casi nunca contestaba las llamadas. El padre no hablaba,  temiendo quien sabe qué.
Cayo  dejó conformes a las señoras con  unas pocas palabras, las distrajo con los brillos de la ciudad y  trató de pasar el fin de semana  ignorando  las  obvias comparaciones  entre  su   entorno  y  el de Darlo.